jueves, 22 de septiembre de 2011

The Strokes, Benicassim y yo.


Se ha escrito mucho, Han corrido ríos de lenguas (¿sucias?) sobre ello, han habido opiniones ligeras, opiniones críticas o incluso justas. Algunos parece que repentinamente han descubierto el arte de criticar aun no estando en posición ni usando parámetros válidos. Otros muchos, como nosotros, sabemos toda la verdad sobre The Strokes en Benicassim.

Se consolidaba la noche en Benicassim y en el recinto de conciertos no cabía un alfiler apenas media hora antes de la actuación. Muchos de los asistentes oscilábamos entre la espectación y el nerviosismo trascendental de ver al grupo de nuestra época por excelencia. Otros simplemente reían. Cuarto de hora más tarde comenzaron a proyectarse los primeros motivos luminosos del escenario. 11 años después los había. "No hay un escenario pequeño, ni un universo entero desprendido de la fosa séptica e industrial NY serigrafiado en nuestras mentes, ni en las suyas. La mayoría de toda esta gente no tiene ni idea de lo que significó que Dylan finalmente accediera a entrar en la factory a ser filmado, ni de que Television miraran a los 70's con la misma simpatía que un padre observa soplar las velas de cumpleaños a su hijo", pensé yo. Mientras tanto, ellos simplemente reían.

Minutos después la retirada del último probador de sonido, antecedía la mejor hora y cuarto de una vida, al menos como melómano. El escenario se poseía de luces en formas puntiagudas rojas y naranjas, y de esa manera los ví. Se trataba de New York City Cops, se trataba de estar viendo a los Strokes en directo, y se trataba de que una vez más estaban ahí. 10 años después y Casablancas con su chupa de cuero negra, sus gafas y por supuesto su acritud. Desplegados pero compactos y por supuesto inmóviles, ejecutando con la exquisitez de la imperfección el elixir y pulpa de nuestra generación, del milenio, y de la cultura popular. New York City Cops, Reptilia, taken for a fool, modern age...todos ellos origen y ocaso de nuestra generación. Generación finalmente amputada por la cultura mosaico, la banalidad generalizada por el hecho de querer formar parte sin involucrarse, por la pose, el culto a la imagen sin incubar rastro de noción estética, y por supuesto sin tener nada que ver culturalmente a lo que acaban por inmiscuirse, prostituyendo la última gran escena musical. Mientras tanto, ellos simplemente reían.

No obstante ellos aquella noche estaban ahí, postrados en el tiempo y espacio, la imagen de Julian Casablancas perpetuado en mi retina como el puente. Su voz, posición e hipertérrita mirada tupida, supuso mi puente hacia lo verdaderamente efímero.Hace más de una década que ellos devolvieron el rock a la juventud, al arte y a la calle.Un paradigma musical y estético llevado a cabo en una década y cuatro discos de perspicacia, originalidad, espontaneidad y una congelada mirada atrás personificando para sí el grito de ruptura entre las bambalinas obsoletas y mil veces descorchadas del rock de entonces (anterior a ellos), y el sucio sótano, la voz refrigerante y sobre todo la inquietud que junto a ellos trajo la última década. Sus canciones fueron ejecutadas con la misma precisión que siempre, ni más ni menos. No movió ni un dedo más del que había movido en un escenario durante su trayectoria. Llegados a este punto, su imagen imperturbable congelaba la sensación de que nada había cambiado en ellos. La corriente que ellos habían creado habría muerto mientras ellos comunicaban su defunción jugando a crearla de nuevo, como si nada hubiese ocurrido y todo eclosionase aquella noche. Podría ser que eso fuera lo que nos quisiesen relatar: Esta subcultura, generación, corriente o como quieran llamarlo se ha echado a perder en el momento en que ella se ha dado cuenta de sí misma y en el momento en el que se fuerza. Ellos entonces la hicieron posible y se mostraron ajenos a su involución.

Después de una hora y cuarto, el grupo abandonaba el escenario con Julián Casablancas arrojando su guitarra al suelo. No hubo despedida, ni saludos, ni una mueca de agradecimiento porque no tienen que dar gracias a nadie. Solo hubo algo que gran parte del morboso público que allí habitaba nunca llegará a comprender, y no es otra cosa que Los Strokes y la cultura a la que aquellos que los critican llegaron tarde, mal y nunca. Mientras tanto siguen riendo.